Las Mujeres empoderadas que rompen los moldes laborales | Los Tiempos

2022-09-17 02:06:27 By : Mr. Jack wang

//Texto: Los Tiempos y Micaela Villa//

Ellas son maestras plomeras, pintoras, albañiles de obra gruesa y fina, electricistas, constructoras de sumideros, cunetas y enlosetado; mototaxistas y choferes del transporte público. Con ese espíritu activo y positivo que las caracteriza, ellas desafiaron a un mercado dominado por hombres, en muchos casos obligadas por la necesidad, pero con la confianza en sí mismas. Los Tiempos las entrevistó.

En 2020, durante la cuarentena rígida, María Claros Cavero (30) perdió su empleo en una empresa privada. Sin trabajo en plena pandemia del coronavirus, sin sueldo, con muchas necesidades, con dos hijos que cuidar y con sólo una motito para movilizarse hizo de su moto su principal herramienta de trabajo y salió de su casa a realizar entregas a domicilio.

Con su actividad logró sustentar a su familia y, sin saberlo, se convirtió en la primera mujer en Cochabamba en incursionar en este oficio. Pero su historia no termina ahí, porque después de unos meses decidió crear su propia empresa de entregas: Pink Delivery.

En diciembre de 2020, también en Cochabamba y con el objetivo de brindar seguridad y confianza a las mujeres en la ciudad, dos emprendedoras iniciaron con el servicio de transporte privado exclusivo para este sector, para niñas, niños y adultos mayores.

Taxi Lady y Madame Taxi permitieron a muchas mujeres ser el sustento de sus familias, sobre todo, en la época de la cuarentena rígida.

La iniciativa “nace como una respuesta sobre todo a la inseguridad que existe en la ciudad, un problema latente no solamente en nuestro país, sino en el mundo entero”, explicó Jlenia Zárate, propietaria de Taxi Lady.

En La Paz también existen varios ejemplos de mujeres que ingresaron al campo laboral que antes eran sólo para varones.

En El Alto, estas emprendedoras formaron parte de una feria en la Estación del Teleférico Rojo y dieron a conocer su propia empresa: Uma Thaya, servicios de construcción, y Mujeres Sisu, transporte seguro y eficiente. Dos actividades económicas que surgieron de su propia iniciativa, con apoyo del Centro de Promoción de la Mujer Gregoria Apaza y Hábitat para la Humanidad Bolivia.

“Este rubro de la construcción es totalmente machista, porque se lo consideró como un rubro fuerte y rudo por los trabajos físicos que implica, pero las mujeres también pueden participar, ellas son capaces”, señaló Pablo Céspedes, responsable de Intervenciones Constructivas en Hábitat para la Humanidad Bolivia.

Sonia Quispe Ventura, de 39 años, vestía jeans, calzados de seguridad con punta de metal, un chaleco industrial, un casco y lentes protectores. Muy cerca de ella y en el piso estaban su cortadora de cerámica, su plancha, su espátula, su escuadra, un combo, su mezcladora de cemento de mano y su nivelador infrarrojo láser de cerámica.

Esta mujer emprendedora y madre de dos adolescentes recibió a este medio escrito en su lugar actual de trabajo, lo que será un gran patio de comidas en Calacoto, zona sur de la ciudad de La Paz; y en donde ella es la única mujer de al menos 50 obreros, entre albañiles, ayudantes, electricistas y plomeros, entre otros, que también trabajan ahí. No está sola; trabaja junto a su esposo.

Su especialidad es la pintura. Lleva casi una década en el área, desde sus 30 años. Todo comenzó cuando tuvo la oportunidad de hacer cornisas de plastoformo en una vivienda, luego se capacitó en pintura de paredes, aprendió a colocar cerámica, parquet, piso flotante, cielo raso y “drywall” (paneles de yeso). Hoy, ella tiene su propia empresa unipersonal denominada Estrellas de la Pintura, y que empezó en julio de este año.

“Me especialicé en la pintura, por eso tengo mi empresa legalmente establecida y que emite factura. Pero no me quedé sólo con eso; me capacité más y ahora hago otros trabajos de obra fina, pues los que me contratan necesitan ‘combo’, es decir, que tenga otros conocimientos. Muchos creen que la pintura es algo fácil, pero no es así; hay que hacer texturas y diseños especiales. Hago un trabajo eficiente para que me vuelvan a llamar o me recomienden”, señaló.

Antes de ser pintora, Sonia estudió enfermería y peluquería, ramas que no desempeñó. Recordó que, en su primer trabajo como pintora —en un edificio— lloró, pues se vio de frente y por primera vez a gran cantidad de paredes de estuco. Al final, el cliente se quedó satisfecho y desde ese momento adquirió seguridad.

“Mis títulos se quedaron guardados. Luego fue contratada por la Alcaldía. El encargado me dijo que debía sacar mi declaración jurada; yo pensé que tenía que ir donde un juez a jurar que iba a ser un buen trabajo. En todos estos años, he debido realizar un poco más de 100 trabajos, entre pintura, fachada y otros”.

La mujer asegura que aún existen diferencias referentes a los pagos entre mujeres y varones dedicados a la construcción, pero, en cuestión de pintura, se ha podido nivelar, llegando ambos sexos a cobrar hasta 350 bolivianos al día. Pese a cualquier obstáculo que pueda sufrir, ella continuará en los trabajos de construcción; no hay machismo ni críticas que la desequilibren, dijo. También cuenta con el seguro SOAT-C, del trabajador de la construcción.

Cuando tiene bastante trabajo, la maestra pintora contrata dos ayudantes. Ahora estudia construcción civil y es la presidenta de Uma Thaya; además de dueña de su propio negocio.

“Siempre observan el trabajo de la mujer. Los hombres tienen otra reacción. Antes de este trabajo, con mi esposo y unos ayudantes pintamos la fachada de una vivienda con varios departamentos en la zona El Tejar. Yo pinté el segundo piso; sin embargo, para el contratista mi trabajo estaba mal, no de los compañeros hombres. No me quería pagar, al final lo hizo. Mas hay otras personas que creen en nosotras y lo aceptan. Yo estoy segura de lo que hago, puedo pintar todo un edificio”.

Maestra electricista desde los 20 años

Casi siempre que la contratan, Norayda Flores Huayllani trabaja con dos ayudantes —un hombre y una mujer—. Es el hombre quien indica al nuevo cliente que es el jefe de ambas, ya que, si no lo hace, la cuestionan por ser mujer y ser joven, pues tiene 23 años.

La maestra electricista y plomera, quien tomó cursos intensivos en la Fundación Pueblo, Hábitat para la Humanidad Bolivia y otros institutos, aseguró que decidió dedicarse a esta actividad para arreglar los desperfectos de su propia vivienda. “En mi casa había cortes de luz, fugas de agua y había que arreglarlas; y por eso me lancé para estar en este rubro, mis padres me han ayudado mucho y mis tíos, que también son electricistas”.

De tres a cuatro contratos semanales es lo que Norayda cumple regularmente. Los trabajos más demandados son: inodoros tapados, bomba de tanques dañadas, arreglo de duchas, daños de térmicos e instalaciones eléctricas nuevas en departamentos.

En uno de sus trabajos, en una vivienda en la zona Primero de Mayo, de El Alto, ella se presentó como la jefa; sin embargo, pese a que su labor fue bien hecha, le hicieron rehacer. “Más bien no volví a chocarme con ese tipo de personas”.

Ella también tiene un emprendimiento que comparte con otras dos compañeras, se denomina Ruray Soluciones. En su página de Facebook se presentan como una empresa que brinda servicios de: instalación eléctrica, decoración de interiores, refacción, revoques, tabiqueado y pintura.

“Gracias a Dios, nunca sufrí accidentes mayores. Tengo seguro, además de mi propio overol y equipamiento. En el campo de la electricidad, yo cobro 70 bolivianos por punto”.

La también madre de familia asegura que en 10 años se ve con su propia empresa y capacitando a otras mujeres. Ella quiere romper el tabú de que ese trabajo es sólo para hombres y quiere evitar que otras mujeres pasen experiencias amargas, como cuando ella fue rechazada por algunos plomeros que no querían enseñarle cuando estaba empezando.

Hábitat para la Humanidad Bolivia y Gregoria Apaza son dos instituciones que capacitan a varias mujeres con el objetivo de empoderarlas. Los cursos se realizan con regularidad y toda mujer puede acceder.

“En noviembre de 2020 se empezó con el proyecto. Los objetivos son dar capacidades técnicas y habilidades blandas a mujeres desde 18 hasta 40 años, para que su conocimiento se plasme en actividades constructivas que les generen ingresos, es decir, queremos apoyar la empleabilidad; también existe el objetivo de mejorar las condiciones de habitabilidad de las mujeres en sus viviendas. Son cursos gratuitos”, señaló Pablo Céspedes.

Hábitat trabaja con mujeres en La Paz y Cochabamba, las especialidades que brindan son: pintura, electricidad, plomería y carpintería de aluminio (que aún no la dieron). Por ciclo egresan cerca de 22 mujeres. En La Paz ya hay alrededor de 150 que se formaron desde el año pasado en distintas ramas, y 160 en Cochabamba, la mayoría como plomeras. “La mayoría son mujeres que tienen familia, hay un grupo de ellas que son mamás solas y hay mujeres que están en vulnerabilidad”.

Por otro lado, en Gregoria Apaza, el programa de capacitación para mujeres forma parte de la “Incubadora de emprendimientos sociales y solidarios”, en la que las participantes reciben capacitación, acompañamientos en temas de gestión empresarial y desarrollo en su propia autoconciencia feminista que promueve su empoderamiento.

Carla Gutiérrez, directora ejecutiva de Gregoria Apaza, aseguró a este medio que “ellas están preparadas y tienen la intención de emprender una actividad económica”. Los cursos se dan a mujeres de 18 años para adelante. Gregoria Apaza se enfoca en la generación de emprendimientos sociales y solidarios con perspectiva de género.

Chofer de minibús y taxi

Mujeres SISU, así se llama el nuevo emprendimiento que nació el sábado 11 en El Alto. Miriam Aruquipa Huasco, de 39 años, es una de las integrantes de un total de 15 mujeres conductoras del transporte público y privado.

Cinco años pasaron ya desde que Miriam trabaja en el Sindicato Unión y Progreso transportando cerca de 100 pasajeros día por medio en su propio minibús. Su recorrido es desde la avenida Cochabamba hasta la Ceja, de El Alto, y viceversa.

“Siempre me llamó la atención conducir, ingresé a una escuela de conducción y obtuve mi licencia de conducir categoría B. He roto el miedo: cuando empecé, los hombres me silbaban y me intimidaban. ‘Mujer al volante, peligro andante’, eso me decían. Ahora ya nos les tengo miedo; tengo confianza en mí, pese a que aún hay pasajeros que cuando me ven como conductora prefieren bajarse”, contó la madre de familia.

Antes de pertenecer al sindicato, Miriam trabajaba como taxista y transportaba gente que salía de las discotecas, principalmente. Luego de consultar con cinco sindicatos, optó por quedarse con el que más le convino.

La mujer asegura que son la segunda empresa de conductoras que se organiza en La Paz, la primera es Mujeres al Volante. Con SISU, ellas piensan brindar un servicio de 24 horas, seguro, de puerta a puerta, para el transporte de niños, adultos mayores y más. Las mujeres manejarán taxis y minibuses, estos últimos para contratos especiales de excursiones, eventos familiares, entre otros.

Próximamente elegirán a su directorio y subirán su información a varias aplicaciones de redes sociales. “Queremos generar confianza”, dijo.

Madre e hija albañiles

Con la habilidad que la caracteriza, y detalle a detalle, la albañil Flor Velasco indicó con maestría cómo colocar la cerámica cuando se trata de obra fina, mientras su hija, Magui Rudón, de 16 años, la acompañaba.

Ambas trabajan juntas en obras de construcción. La madre es maestra albañil y su hija se encarga de los detalles. Su hija nunca dejó la escuela.

“Estoy metida en la construcción desde mis ocho años. Yo era la menor de mis hermanos. Mi padre, quien también fue contratista albañil, fue mi tutor. Él me llevaba a sus trabajos en Achumani y en otras zonas para hacer condominios, viviendas, chalets. Mi labor a esa edad era levantar clavos, limpiar y reciclar. Recuerdo que él me inscribía en escuelas cercanas, estudiaba y luego le ayudaba en esas pequeñas cosas”.

Poco a poco, Flor aprendió a hacer losas de hormigón, vaciados y hasta a pintar. Y se quedó con esa profesión hasta ahora, que tiene 42 años. Actualmente, consigue contratos y llama a sus ayudantes para empezar una construcción, o hace de ayudante cuando otra persona “agarra” un contrato.

Como supervisora de obra, ella debe velar porque todo se realice con profesionalismo y destreza. No puede fallar nada. Cuando hay festejos entre compañeros, prefiere retirarse.

“Yo trabajo con varones. Lamentablemente, algunos hombres piensan que, porque has pijchado o fumado con ellos un cigarro, una ya es ‘su amiga’. Una vez, el dueño de una casa también pensó que como me contrató para hacer sus cunetas ya tenía derechos sobre mí. Incluso, cuando eres mujer piensan que vas a una obra a barrer. En el trabajo, conmigo no hay chistes”, enfatizó.

Ella siente orgullo por su último trabajo realizado con la instalación de césped sintético, un parrillero y el pintado interior y exterior de una vivienda en Mallasilla. En 2019 también trabajó al interior del Penal de Miraflores, donde armó mesones para la instalación de 20 cocinas.

“Me gusta el emboquillado de cerámica y el lijado de paredes para pintar. También sé hacer hornos, entra muchos detalles. Mi madre ha sido mi mejor apoyo. Sé que a veces los hombres albañiles echan la culpa a las mujeres albañiles si algo se hace mal, y eso está mal”, protestó Magui, la hija de Flor.

Refacción y construcción

“Soy buena en las refacciones de muros de colegios, en la limpieza y refacción de las bocas de tormenta, sumideros y cámaras. También sé pintar. Empecé haciendo enlosetados y cunetas. Puedo hacer lo que se me presente. Me siento hecha y derecha como mujer”, aseguró Maritza Alabi, de 46 años.

Como constructora, su trabajo se inició hace casi una década, cuando ella decidió trabajar haciendo enlosetados como parte de un programa gubernamental. Su trabajo era en un principio nulo, dijo, pero luego aprendió y mejoró.

Con la experiencia ganada, ingresó a trabajar en la Dirección de Gestión de Riesgos (DGR) de la Alcaldía de El Alto, trabajo que continúa hasta hoy. Pasar por las calles, avenidas o por los colegios donde trabajó o hizo arreglos con sus compañeros es dicha para ella, por ejemplo, en algunas calles de la zona Bolívar C y Bolívar D, por el Cruce Villa Adela y otros. “‘Ella es mujer, no va a poder’, me decían mis jefes cuando hacíamos la limpieza de una cámara, pero por ser mujer no nos podemos poner barrera”.

Maritza hoy desea continuar en la construcción, por ello forma parte del emprendimiento Uma Thaya para ganar dinero extra cuando tengan solicitudes con sus compañeras. En un futuro, quiere dedicarse a hacer artesanías con pintura en tela, pues siente que a veces le faltan fuerzas para, por ejemplo, cargar una bolsa de cemento. “Eso ya me está limitando, pero me siento feliz por haber logrado muchas cosas”.

Como todos los domingos, asiste a la capilla San Pablo, de la zona Adela Zamudio, lugar de culto religioso en el que hizo el planchado de estuco y pintó sus paredes.

Su actual vivienda, de un solo piso y ubicada en la zona Achiri, fue hecha por ella —aseguró— con ayuda de algunos ayudantes. Le tomó como un año trabajar tanto obra gruesa como fina.

Todas estas mujeres luchan día a día por conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. Con la creación de sus empresas, ellas han desarrollado su propio estilo de liderazgo, apuestan por la innovación y apoyan el empoderamiento femenino.

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